Me gusta el amanecer por sus ojos de descubrir. Y por ende su Yang del atardecer me atrapa de vez en cuando para invitarme a perderme entre las garras de esa noche loca que un día compartí con su piel, su deseo, su arrime casi inhumano, plagado de instintos carnales envueltos en arrumacos de esa “cucharita” que compartimos y deseamos fuera para siempre. O como siempre me pasa, tan solo lo deseé yo.
Mi pensar en él recurrente atosiga el ritmo de mis venas que reclaman la libertad de no visualizar a cada instante cada escena inolvidable. Me atrapa de nuevo. No quiero traerle a mi mente cada estúpido segundo que le recuerdo. ¡No puedo evitarlo!.
No entiendo cómo logra cubrir cada rincón de mi alma, a pesar de su ausencia. Porque en lo más hondo de mi, intuyo que esto no es recíproco. Él, tan solo me dedica un pensamiento pasajero de vez en cuando o cuando estamos juntos. Después paso a ocupar una caja que se llena de circunstancias volátiles.
Atesoro cada instante vivido junto a él, con el miedo a que no se vuelva a repetir. Construyo situaciones en las que de nuevo nos volvemos a encontrar. Y sé, que solo están en mi imaginación.
Y no puedo evitar pensarle por lo que ha intervenido en mi nuevo amanecer a la vida. Una vez un buen amigo me dijo que “Enamorarse es delito” y que “se castiga con la vida, con entregarse en cuerpo y alma a la vida”. Pues, yo me declaro culpable y quiero que me condenen a cadena perpetua junto a él. Aún ha sabiendas que el huiría como un vil cobarde.
Que nos encierren fuera de este mundo. Los dos solos. Nuestros cuerpos entregados al placer de disfrutar. Nuestro corazones ungidos en la sabiduría del tocar. Nuestra lenguas lamiendo la miel del deseo. Nuestras manos penetrando las entrañas del dolor de la ausencia. Nuestros ojos tapados para avivar la magia del resto de los sentidos. Nuestros pies palpando la raíz del amor. Nuestras almas abandonadas, perdidas y encontradas.
Como dice Jane Austen en “Persuasión”. No habrías encontrado dos corazones más abiertos, dos gustos más semejantes. No habrías encontrado dos sentimientos más armónicos.
Solo… espera conmigo…