Volvía de unas espectaculares vacaciones de Navidad con mi hija en Lisboa. Lo habíamos pasado fenomenal. Decidí viajar de vuelta en coche cama. Bueno, no había literas libres y me enfrentaba a una noche de dormir sentada con riesgo incluido de torticolis o cualquier otro insoportable dolor muscular de la falta de «higiene postural» (como lo llaman ahora).Me diriji hacia mi vagón, el número 8 para más señas. Ups! pensé… Me trae suerte ¡fijo!. El ocho en la filosofía fenshui significa «fortuna». Con lo que en este viaje iba a ser muy afortunada seguro.
Llegaba con tiempo de sobra con lo que tras colocar en el portaequipajes mi maleta, me senté con la mochila a mis pies, me puse los cascos para escuchar algo de música y el sueño me venció.
Y entre sueños, así como entre una nebulosa descubrí que el asiento de mi lado lo había ocupado un hombre. Abrí solo un poquito el ojo izquierdo, muy despacio, como si en ese gesto a cámara lenta estuviera dando la oportunidad al universo de ponerme un tío buenorro a mi lado.
Siempre he tenido amantes feos, poco agraciados, aunque muy simpáticos e inteligentes. Vamos, que nadie me puede achacar que no me haya dedicado a buscar la belleza en el interior. Así es que decidí que por una vez en mi vida y que este escenario de mi incomoda vuelta a casa podría compartirlo con un tío que estuviese muy muy, pero que muy bueno.
Y así fue… ¿bueno? ¡no!, lo siguiente. Moreno azabache de pelo medio largo, de tez oscura, con unas piernas muy largas, la nariz perfecta y para mi que era portugués porque me recordaba mogollón a Figo.
¡Qué guapo! ¡Dios mío! Ahhhhhhhhhh!
Y estaba sentado a mi lado y lo iba a estar ahí durante no se cuantas horas de mi interminable viaje en el tren «chacachaca». Entonces mi cabeza comenzó a pensar qué preguntarle para establecer conexión. ¿Su nombre? No. Demasiado atrevido. ¿Si estaba incómodo? Demasiado obvio. ¿Estudias o trabajas? Está muy visto. ¿de dónde vienes o a dónde vas? Muy filosófico. ¡Joer! Si lo que en realidad estaba deseando preguntarle es: ¿lo has hecho alguna vez en los baños de un tren?. Pero…
No logré encontrar conexión…no me refería a él, que tampoco… No, ni con mis cuerdas vocales, ni mi lengua, ni mis labios… Que decidieron desconectar de mi cerebro y no emitir sonido alguno. Ni tan siquiera me quede dormida y la cabeza se cayó sobre su hombro vencida por el sueño como les ocurriera a mis padres cuando que conocieron en el tren. Que no, que no, que no…
Love is love… El amor es eso… Amor.