Mi primer amor surgió en la panda de chicos con la que comencé a salir junto con mi hermana cuando tenía 13 añitos. Cuando llegamos fuimos acogidas con entusiasmo, mas que nada porque ambas eramos guapas y del sexo femenino, ya que todos eran chicos…
Yo era la mas pequeña y por aquel entonces no sabía nada del amor, ni de la vida… La mayoría tenían entre quince y veinte años. Un buen dia uno de los chicos me dijo que le gustaba y si queria salir con él. No era ni guapo ni feo, normal, diría yo, pero sí, muy cariñoso y simpático. Yo me sentía agasajada por él y sus miles de atenciones. ¡Qué guay!. Pero como no tenía idea de nada y era la primera vez que un chico se fijaba en mi no se me ocurrió otra cosa que decirle: “si, quiero salir contigo…», por entonces se llevaba eso de pedir salir, los chicos de ahora yo creo que esas cosas ya no las piden, se lían y punto.
Mi sí, fue con un pero… “como amigos… que cada uno iría por su lado y cuando nos apeteciese pues nos enrollabamos…». ¡Qué idea más genial!, yo solita me teji mi propia trampa, en la que iba a caer sin poder salir airosa. Durante toda la semana lo único en lo que pensaba era en que llegase el sábado para poder verlo, necesitaba sus besos tanto y los esperaba como los peces se arrinconan en una pecera esperando que les echen de comer. Cuando él me besaba el tiempo se detenia, me perdía en sus brazos sin poder ni querrer soltarme. Me encantaban esos besos, no sé si era por ser los primeros o porque besaba superpie… no sé lo tendría que comprobar, total que así de colgadita estaba yo por él. Pero claro era una niña, él tenía 17 y ganas de ir a por más… yo con sus besos tenía más que suficiente, así que cuando se dió cuenta de que conmigo tenía que ir muy despacio y no tenía ganas de esperar sino de f… sin más, me dejó. Un buen dia me dijo que cortaba… iba a salir con otra mayor, que si se iría con él a la cama… Me partió el corazón en mil pedazos, pero también me abrió los ojos, me hizo crecer.
Pasaron unas semanas o quizás meses, y la herida fue sanando, de canse de llorar por las noches en mi cuarto, de pasarme los fines de semana encerrada en casa porque no soportaba la idea de verle en brazos de otra. Pero, por supuesto yo no iba a ceder a sus insinuaciones sexuales, aún no estaba preparada para esos menesteres. Y dicen que del amor se pasa al odio, pues así comencé a fraguar mi venganza, el único consuelo que me quedaba tras mi desconsuelo por su amor ya perdido.
Y por eso, como ya no tenía nada que perder, urdí mi plan perfectamente. Fue en el parque en el que siempre nos encontrábamos la pandilla, cuando volvía de dejar a su “nueva novia”, sin mediar palabra comencé a besarle como nunca antes lo había hecho, le acaricie más allá de donde nunca había llegado (a pesar de que reconozco que me daba un poco de asco), le tiraba del pelo con rabia, (como había visto en “atracción fatal”… total, que logré ponerle a más de tres mil vueltas y cuando vi que estaba mas excitado me levanté y le dije: «bueno ,adios … me tengo que ir…»
Su reacción, primero de sorpresa, luego incredulidad y cuando se dió cuenta de que había sido una venganza por el daño que me había hecho, bajó la cabeza. Pero, me dio igual, mi Adios fue el más contundente que jamás he dado. El, incluso me suplico que me quedara, que teníamos que hablar y en ese momento le eché una de las miradas mas frías que recuerdo. Nunca he vuelto a llorar por un hombre, como lo hice por Luis, del que jamás he vuelto a saber.