Era un caluroso verano en el pueblo de mi abuela. Como cada año en cuanto acaba el colegio cogía el tren hacia allí y salía de mi frenética y abarrotada ciudad a la calma y el sosiego del pueblo.
Un pueblo en el interior de España, en el cual sobretodo el mes de agosto es agobiante por el calor que hace. Yo normalmente estaba siempre en compañía de mi abuela, y otras señoras mayores, amigas o vecinas de ella. No me aburría, sino que pasaba plácidamente los días allí, en aquella morriña de calor y tranquilidad. Un día llegaron a casa de mi abuela unos primos míos, con sus padres (mis tíos), iban de paso a su lugar de veraneo, un pueblo,bueno mas que pueblo, una aldea situada en el Pirineo oscense, no muy lejos del pueblo de la abuela. Le dijeron a ella si no le parecía mal llevarme con ellos unos días, que así no estaría tan aburrida. Yo estaba loca de contenta y me alegré muchísimo ya que dos de mis primos tenían mi misma edad (trece), mi abuela me preguntó y yo le dije «vale», así que me subí a uno de los coches de mis tíos al atardecer. Después de una hora de viaje empezamos a subir por una carretera llena de curvas, a mi me daba un poco de miedo porque estaba cansada y al hacerse de noche y ver las siluetas de los árboles y sus sombras llegué a pensar «¿qué hago yo aquí en vez de haberme quedado con mi abuela?».
La aldea era pequeña pero poco podía yo ver a esas horas excepto la casa, de piedra antigua pero acogedora, me acosté y caí rendida. Por la mañana al asomar el sol me desperté y abrí el pórtico de madera de la ventana, las vistas me dejaron sin aliento, la casa se encontraba en lo alto de una pequeña colina, con unas cuantas casas por abajo, además de unos corrales con vacas, una pequeña iglesia con cementerio incorporado y…nada más, bueno sí, chopos, un riachuelo, campos y verdor… una maravilla.
He de decir que fue el mejor verano de mi vida. La semana se tradujo en más de quince días, y allí me enamoré por primera vez… El chico se llamaba Julián y también veraneaba allí como muchos otros chicos y chicas. Pasábamos las tardes entre juegos del escondite, jugando a las cartas en la terraza del pequeño bar del pueblito, al que llamaban “tele-club”, corriendo, saltando y disfrutando de la vida como locos a tope, sin problemas ni preocupaciones, solo vivir y disfrutar en plena naturaleza…
Un día nos fuimos todos de excursión con las bicicletas a una aldea cercana, la bici y yo no nos llevábamos bien, ya que en la ciudad no se usaban y yo a duras penas conseguía mantenerme en píe sobre esas dos ruedas. A la subida muy bien, íbamos todos a la par, pero a la vuelta era bajada y los chicos se embalaron y me dejaron atrás. Julián también se había quedado rezagado y yo me paré justo en una curva muy cerrada a esperarle, estaba completamente atravesada en la carretera y él que bajaba a toda leche se encontró conmigo de sopetón… ¡¡¡se pegó una leche¡¡¡. Se enfadó muchísimo conmigo y me dijo de todo, que si para habernos matado, que si casi se rompe un pierna. Y yo estuve por lo menos tres días sin parar de llorar. Mi ángel, mi principe azul ¿cómo me había tratado así? con lo que me gustaba. ¡¡Yo sólo tenía ojos para él!!.
Llegaron las fiestas del pueblo y hacían un baile de farolillos, que bailabas con la persona que te gustaba. Y yo como una tonta esperándole a él… no me sacó a mi sino a una chica tres años mayor que yo. Me tuve que conformar con una amigo suyo que me sacó, pero no paré de llorar en todo el baile. Fue la primera vez que me enamoré y mi primer desamor, ¡espero que se haya quedado como mínimo calvo!. Je, je, je ,je…