Me decía Mara, “no, sé, quizás mi historia del primer amor sea muy ñoña, pero es que tenía 13 años. Tal y como se desarrolló y sucedió mi ñoña historia así ha sido el resto de mi vida sentimental… sí, evidentemente me marcó para siempre”.
“Los veranos de mi niñez, de mi adolescencia y ahora de adulta con mi marido y mis hijos, los he pasado en el enorme caserón de mi abuela a la orilla del mar, no puedo revelar el lugar geográfico, ya que aún sigo viéndole, todos los veranos, Semanas Santas y fiestas de aguardar… quizás sea un poco arriesgado. Íbamos “allí” toda la familia, mis padres y mis ocho hermanos y las vacaciones trascurrían entre fiestas, baños en la playa y mucha felicidad.
Fue el verano del 78 unos nuevos vecinos llegaron al pueblo y ocuparon la casa amarilla de tejas corinto del final del campo de naranjos de la entrada de la urbanización. Mi abuela me anunció que esa misma mañana la hija de los nuevos vecinos venía a conocerme, era de mi edad y como no conocía a nadie venía a presentarse. Fue ¡un flechazo!, aquella niña rubia irrumpió en casa como una bocanada de aire fresco y recuerdo como si fuera hoy mismo que llevaba unos pantaloncitos cortos blancos, como los míos, los que llevaba puestos en ese instante y el triquini, exactamente igual al mío, que también llevaba puesto, era verde pistacho con flores jaguayanas… ¡no podía ser!, ¡clavadito al mío!. Se me antojo que el tener los gustos tan parecidos, nos haría ser almas gemelas. Y así, fue. A partir de ahí compartíamos todo, todo, salidas, entradas, baños en la playa, compras, fiestas… todo de todo, eso sí, todo… menos… los amores.
Entre Rosa y yo surgió un binomio perfecto. Ella rubia y muy guapa, yo morena, también guapísima… Y complementadas perfectamente… Se puede decir que salíamos a ligar y siempre acabábamos triunfadoras. Hacíamos lo que queríamos con los chicos, elegíamos y ya estaba. Era coser y cantar, algo inaudito. Y las confidencias, es que nos lo contábamos todo. De hecho, a raíz de esta relación estoy convencida que se liga mucho mejor en pareja que sola. Nos lo pasábamos ¡tan bien!…rompiendo corazones a diestro y siniestro.
Nuestra pandilla de chicos era muy básica, cuando digo básica me refiero que al ser de nuestra misma edad, eran muy críos, todavía no estaban hechos. Pero, ese mismo verano llegó nuestra gran oportunidad, nuestra puesta de largo. La pandilla del los más mayores nos invitaron a un “guateque”. ¡Dios mío!, estábamos invitadas al guateque de los mayores… era nuestra gran oportunidad, además éramos conscientes de ello. Nos pusimos nuestras mejores galas, nos fuimos a la peluquería y todo para alisar nuestras cabelleras. Era nuestro gran día, mi aliada perfecta en la cacería de hombres, Rosa, estaba tan espectacular como yo.
Cuando entramos en la fiesta, todos, absolutamente todos, se giraron para ver quiénes eran aquellas dos. Todos, y Alvaro también, no dejó de mirarme en todo el guateque, y yo cuchicheaba con Rosa y ella me informaba de lo que él hacía, para disimular, para que no se notase, que yo también estaba por él, y que me moría de ganas de mirarle. Al irnos, tras nuestra “triunfada” nuestras miradas se cruzaron… el simplemente asintió y llevó sus dedos a sus labios los besó y sopló en dirección a mi. Lo que te decía, ¡toda una ñoñería!, pero es que recuerdo la escena y me muero. Me marcó en tanto y en cuanto a las sensaciones, porque siempre en las relaciones que he tenido después he buscado sentir ese cosquilleo inexplicable e irracional, esa sinrazón de querer darlo todo por revivir esa sensación, ese ¡me voy a morir! si me besa.
El éxito en el guateque, el aquí estoy yo, porque yo lo valgo… y yo lo decido, también me dio mucha seguridad en mi misma, para todo lo que he hecho en la vida. Rompí con mi aburrida pandilla de “enanos pre-adolescentes” para navegar en el mundo de los ADOLESCENTES, con todas las letras.
Ese deseo de… y si me escribe, y si me dice que guapa estás, y si quedamos para ir al cine, a patinar… porque Alvaro tras el guateque me pidió salir. Y hacíamos eso, éramos novios de besos, patinar juntos de la mano y poco más. Pero… lo que me hacía sentir, solo el pensarme sentada en las escaleras del porche de casa de mi abuela esperando a que me viniera a buscar en su bici, se me revuelve todo. ¡Qué química, no habría entre ese canalla de Alvaro y yo!.
Sí, porque me fui a enamorar del más canalla de todo este universo. Y fue mío ese verano y la Semana Santa siguiente. Pero, era un canalla y siempre lo será. Ha traicionado después a la que fue su mujer, que ahora anda divorciado, a su segunda también, vamos un viva la Virgen de aquí te espero, que siempre ha dependido de la fortuna familiar, que le sobra, y que nunca ha respetado lo más mínimo a nadie.
Un canalla, pero… tan guapo, tan seductor, tan cariñoso y cruel en si mismo, tenía todo lo bueno y lo malo junto… y a mi eso me volvía loca. Mi primer amor ha sido clave en mi vida sentimental y como he encarado la vida ante los hombres. Me sigue dando un vuelco cuando pienso en él, y no te digo cuando le veo. Mi abuela, que era muy sabia me decía siempre: “hija, el primer amor siempre deja su sello”, y vaya si tenía razón.
Y sobre todo lanzo un especial recuerdo para mi aliada de ligoteos y amoríos… ¡ligar en pareja, mola mucho más!”.
Creo que al relato de Mara, lo que más le va es esa canción.
¡que la disfrutéis! en esta ocasión no os pongo la letra, porque seguro que os la sabéis más que de memoria.