Urgencias del hospital 12 de octubre, 8:30 un señor de 80 años acude a que le quiten unos puntos de su dedo pulgar. Manolo iba apurado, tenía una cita las 9 en punto de esa misma mañana.
La enfermera le toma el pulso, le quita el vendaje para ver la sutura y le pide que tome asiento, advirtiéndole que pasaría más de una hora antes de que alguien pudiera atenderle. María, la enfermera, observa el nerviosismo de su anciano paciente que mira su reloj, una y otra vez, alterado, el sudor comenzaba a recorrer su frente…
María dejó de hacer los informes que tenía que pasar al médico y que a su entender no eran tan urgentes como los puntos del señor mayor. Pidió a uno de los doctores, algunos elementos para quitarle las suturas y curar su herida. Mientras le realizaba la cura le pregunta:
– ¿Tiene usted cita con otro médico esa mañana?, le veo tan apurado. María pensó para sí, se sobre entiende a que a su edad, el tiempo adquiere otro paso distinto, y ya le picaba la curiosidad que era lo que tan nervioso le mantenía.
Manolo contestó que no, que necesitaba ir al geriátrico para desayunar con su esposa.
– Pero, está ingresada por alguna dolencia o enfermedad.
Manolo le contó que ella hacía tiempo que estaba allí ya ingresada, ya para siempre, el Alzheimer se la había arrebatado de su lado, de su día a día, de su quehacer cotidiano.
-Entiendo, si llega tarde, ella se enfadará.
Una pausa, un largo silencio y Manolo le responde a la enfermera, hace tiempo que Luisa no sabe ni quién soy hija, hace cinco largos y duros años que ella ya no me reconoce. Mi dulce Luisa, la única, la primera, desde niños juntos… y ahora… me la han quitado.
– ¿Y usted sigue yendo cada mañana, aun cuando ella no sabe quien es usted?’.
El sonrió, miró a los ojos a la enfermera y le acarició la mano.
-Ella no sabe quien soy… pero yo aún se quien es ella… y no puedo olvidarla.
María quitó poco a poco los puntos de sutura de Manolo, mientras las lágrimas asomaban irremediablemente. Pensó que eso era amor de verdad, amor a todo lo que es, ha sido, será y no será. Luego, contempló como el se alejaba, caminando lo más rápido que sus piernas el daban, hasta que se perdió entre la puerta de salida del hospital. Y deseó algún día ser amada así, de esa manera.
La vida no se trata de cómo sobrevivir a una tempestad, sino cómo bailar bajo la lluvia.