“Con tan solo 12 años mis padres me mandaron de campamentos. Ahí se comparten muchos momentos mágicos, yo me llevé la palma, era una chica sevillana, que conseguía hacer correr mariposas por mi estómago”.
No se que tendrán los campamentos, pero no es la primera vez que me cuentan una historia de campamentos que acaban en historia de amor. Se me antojan los campamentos parecidos a ese amor de verano… que es tan intenso y con final marcado, que se clava en el corazón cual espina. Y ahí se queda para siempre.
“Nunca me atreví a decirle que me gustaba pero se me debía notar un montón porque los compañeros no paraban de hacerme la típica burla: “ah, a Victor le gusta…”. El caso es que me llevaba genial con ella y no me atreví a decirle nunca nada en todo el campamento, y yo cuando ella se fue, cual niño pequeño, yo me puse a llorar.
Sigo en contacto con esta chica, somos muy amigos, ella se ha casado, yo también ahora y hablamos de esto con mucha gracia, porque curiosamente a ella también le gustaba yo. Se quedó todo en un campamento de 12 años, fíjate niños pequeños, digo esto porque, fui muy tardío en esto del amor, incluso en dar mi primer beso, que fue con 16 años. De los 14 a los 16 yo era un ser muy curioso, lleno de granos, un mostacho terrible y en fin… todo lo contrario a lo que le podía gustar a las chicas.
Con 16 la cosa fue cambiando, afortunadamente para mi, y fue en otro campamento, yo soy chico de campamentos, conocí a otra chica, en este caso de Huelva que en el campamento que duró un mes, donde al fin triunfé. Quizás suene un poco cursi, pero una noche en los Picos de Europa, a las luz de las estrellas, me lancé. Sabiendo previamente que le gustaba, ya que me lo había dicho una amiga y estuvimos 12 inolvidables días juntos, pero de esta chica, no volví a saber.