Otro primer amor que se encuentra entre los típicos, y creo que más usuales. Enamorarse de ese profesor que da unas clases magistrales, impresionantes… no tiene porque ser guapo, guapísimo. Porque en la mayoría de las ocasiones el primer amor, además de tratarse de un amor de adolescencia o de niñez, lleva implícito además la idealización de la persona, por lo que en realidad no te enamoras ni del físico, ni de la personalidad, sino que te enamoras de un ideal.
Eso me decía «H» mi siguiente víctima del primer amor. «Te puedes creer que me le volví a encontrar de mayor, y… que no me podía creer lo feo que era, eso sí seguía conservando esos fantásticos ojos azules, cual océano, pero era horripilante… me fastidió verle ya de mayor y con criterio, porque el recuerdo que guardaba en mi mente era otro.
Ninguna faltábamos a ninguna clase de filosofía, de hecho, sé de muchas de las compañeras de mi clase que han estudiado la carrera de filosofía y letras por influencia del profesor. Todas esperábamos con gran expectación que comenzara la clase, los pasillos del instituto se llenaban de suspiros cada vez que el pasaba, y en la clase, ninguna éramos capaces de coger apuntes, solo le escuchábamos y le mirábamos todas embelesadas. Yo estoy convencida que el era consciente de que todas estábamos locas por él. ¡Joder!, que el no era adolescente, era un tío hecho y derecho, se tenía que dar cuenta. Y así pasó el año de filosofía, y sin apuntes, sin estudiar, aprobamos todas y con nota. Y de verdad, que no había tongo, ni nos corregía por encima los exámenes, ni daba aprobados generales.
Es que cuando hablaba y te contaba las biografías, los teoremas, las hipótesis… de los filósofos, todo era a modo de cuento, de relato y se te quedaba como un conocimiento adquirido de por vida. Vamos, que los filósofos, pasaban a formar parte de nuestras vidas, era uno más entre nosotras. Como nuestro adorado profesor de filosofía.
Todavía cuando quedo con las compañeras de clase a tomar un café, todas y cada una de nosotras nos acordamos de él, pero lo más alucinante, y siempre en la tertulia sale a colación el profe de filosfía. Pero, lo más alucinante de todo es que cada una de nosotras está convencida que era a ella a quién miraba y de la que había caído locamente enamorado, pero claro que por la diferencia de edad, no se la había declarado. Y pienso para mi, ¿y qué?, de ilusión también se vive… pero, sobre todo con la ilusión de haber sido correspondido en un amor tan de verdad.