“Lo mío fue muy ajetreado, mi primer amor, que es cronológicamente hablando que no de veras, fue un pretendiente que me colocó, literalmente hablando, mi padre. Sí Eva, me contaba mi amiga, antes en mi generación los padres influían mucho a la hora de la elección del hombre con el que pasarías el resto de tu vida”.
“Pero, yo fui fuerte, y me resistí, él indicado por mi padre, venía todos los días a buscarme a casa para “cortejarme” como se decía por entonces. Yo todos los días le decía que no, y salía y me iba con mis amigas a la plaza del pueblo, que era el entretenimiento que teníamos por entonces. Antes no había una televisión por casa, había una en el “tele-club”, que así se llamaba el bar del pueblo donde se reunían los hombres a jugar “a cartas” y las mujeres a tomar café con pastas, tras recoger a lo niños del colegio y dejarlos disfrutar un ratito en la plaza del pueblo”.
Pero, cuéntame cómo fue eso de… me planté, ¿cómo se lo dijiste?, ¿qué reacción tuvo tu padre?.
“Pues mira, fue tal que así, salí de mi cuarto y allí estaba plantado al lado de mi padre, que le recuerdo siempre sentado en el orejero de flores blancas y rosas al lado de la chimenea, y le digo:
– pero “¿tú qué haces aquí?, ya te dije ayer que tu y yo nunca vamos a salir.
– Pero… si tu padre, tartamudeó él.
– Mi padre, mi padre no va a pasar el resto de su vida contigo, digo yo que seré yo la que tendrá que decidir si quiero salir contigo, y el otro día cuando me invitaste a ese estúpido paseo entre los naranjos, es que nada de nada, no sentí nada.
Y chica, se quedaron allí los dos plantados, tal y como los encontré, yo me fui con mis amigas y ahí se quedaron los dos, tan tranquilos. Yo creo que cómo fui tan directa y tan contundente y estaba tan segura, ni mi padre, ni él fueron capaces de reprocharme nada. Conozco muchas chicas en iguales circunstancias, que nunca dijeron nada y al final pasaron por el aro, y se casaron y yo creo que muy poquitas de ellas fueron felices, de hecho, la inmensa mayoría están actualmente divorciadas. El nunca volvió a decir nada.
De hecho todavía le veo con su actual mujer y mi marido y nunca ha salido el tema. Y mira que era guapo el tío, tenía el semblante como las tallas de Jesucristo, era guapísimos, dos ojazos negros impresionantes… pero nada chica, que no sentía mariposas correr por el estómago, ni se me quitaron las ganas de comer, ni de dormir… síntomas lógicos del amor incontrolable. Muchas veces me preguntó, sino reprimiría mi atracción hacía él, por el mero hecho de no acatar las normas de mi padre. Soy de la opinión que cuando vives en un ambiente tan opresor, te vuelves muy revolucionaria y contestaría, que todo lo que te dicen, pues tú, vas y haces lo contrario. Solo por ir contra-corriente. He empezado diciéndote que fue mi primer amor cronológico, pero quizás me retraiga de lo dicho, para mi, que sí, en cierto modo le amé, pero el orgullo me hizo plantarle cara a mi destino prefijado.
No quería que nadie decidiera con quién iba a ser feliz o no. Muchas veces me pregunto qué hubiera sido de nosotros, si nos hubieramos tropezado un día andando, no sé por la playa con un atardecer brutal a nuestras espaldas, o en la misma plaza del pueblo, me hubiese rondado, o yo que sé en la librería eligiendo el mismo libro una tarde de agosto… pero, no, es que fue mi padre, el que dijo, este hombre será para ti, y te prometerás a él. Pues, mira, ¡no!. Y no, no fue así. De hecho cuando cumplí los 18 me fui a Salamanca a estudiar derecho, y respiré el ambiente de libertad que tanto anhelaba bajo el yugo opresor de mi casa, y ahí pude decidir por mi misma.
Me casé con un compañero con el que compartía muchas cosas en común y sobre todo el gran proyecto de mi vida, fundar un familia y un hogar. No fue, muy romántico la verdad, simplemente que estábamos en la misma clase y ya sabes las miraditas, el tonteo, el primer beso, precioso… Pero… siempre me quedará la duda de que hubiera sido del otro, del primero, cronológicamente hablando, si no hubiera sido mi padre el que nos presentó.