No podía ser en otro sitio, ni en otro lugar como el año que fue, como el año que será siempre el 31 de diciembre de una madrileña como yo, en la Puerta del Sol. Una de la más bellas historias de amor que me han contado jamás y que os paso a relatar, antes que acabe este Año 2010.
Una mujer de bandera, triunfadora, con el éxito de una vida cumplida de éxitos, pero SOLA, por elección, SOLA por convicción, SOLA, porque así entendía el camino de su vida.
Fue una Nochevieja de 2002, siempre cenaba con la familia, sus padres, hermanos, hermanas, cuñados, cuñadas, los sobrinos. Pero, esa noche decidió darles de lado y perderse entre la multitud de la Puerta del Sol, quería sentirse anónima, quería saber cómo se siente de verdad la soledad y estaba decidida a cumplir su sueño. Ya estaba preparada, tenía todo preparado, como todo el la vida, había decidido que esa Noche sería la noche de su vida.
Se puso su traje de raso negro, largo hasta los píes, sus tacones con diamantes, que compró en Londres esa temporada, los guantes de ópera color rojo fuego, el pelo suelto con unos cuantos tirabuzones que le recorrían la espalda desnuda por el escote trasero del vestido y su estola de zorro blanco de París. Su chofer la dejó hasta donde estaba permitida la circulación y allí la esperaría
– – “Señora, ¿está segura que no quiere que la acompañé? –le preguntó Fermín.
– – Ya le he dicho que no, volveré en unos instantes, cumplir este estúpido ritual de las uvas perdida entre la multitud y a otro año. Espéreme aquí, y hasta el año que viene.
– – ¡Hasta el año que viene!, señora.
En su bolso tan solo llevaba sus 12 uvas envueltas en un pañuelo de seda comprado en su último viaje a Pekín, y un benjamín de Moet Chandon con una boquilla de plata para no tener que depender de una copa que le recordara que no tendría a nadie con quién brindar, porque así lo había elegido.
Y allí estaba bajo el Reloj de la Puerta del Sol de su adorado Madrid, entre un montón de gente que no la conocían, que no sabían del imperio que había construido, que no sabían de la fortuna que atesoraba, que no sabían de la alta esfera de la que procedía. Todos estaban distribuidos en grupos y gritaban, cantaban, todos deseando que el reloj comenzará a dar las campanadas de Fin de Año.
No hacía mucho frío, tampoco llovía, y las estrellas brillaban en el cielo como si de diamantes se trataran. Algo increíble iba a suceder. “Lady”, se ubicó en un lugar en el que no se agolpaba demasiada gente, y desde donde veía perfectamente el reloj, se fijo en un pandilla de amigos jóvenes que le recordaron a cuando ella era joven y salía con sus amigos. Y justo al lado de ellos había un elegante hombre canoso, alto muy alto, vestido de esmoquin, y curiosamente con una pajarita rojo fuego, ¡ups¡, como sus largos guantes de ópera, ¡qué casualidad!, pensó, ¡qué bien! quedaría ese caballero a mi lado, además, se dijo para sí, no creo que vaya con ese grupo de jóvenes, parece estar tan solo como yo.
Fue en ese instante que ella examinaba el perfecto corte y el estilo de su esmoquin cuando el giró su cabeza y se encontró con los ojos de “Lady” mirándole. Sin pensárselo dos veces se dirigió a ella. Lady comenzó a temblar y no precisamente de frío.
– – “¿Qué hace una chica como tu en un sitio como este?”.
– – Alguien gritó: “¡queda un minuto!”.
Lady no había podido dejar de mirarle desde el corto trayecto que les separaba, pero de pronto reaccionó, la uvas ¡joder!. Abrió su bolso y con los nervios, al sacar el pañuelo de seda, las uvas cayeron todas al suelo, rodando por doquier. Los nervios la hicieron agacharse para recogerlas, jamás se las hubiera comido del suelo, pero no conseguía comportarse como una persona normal, había perdido totalmente el control.
El caballero la asió por un brazo impidiendo que se agachara, y la dijo: “no te preocupes”.
Y como por arte de magia, saco del bolsillo 12 uvas envueltas en un pañuelo de seda rosa y se las ofreció a Lady con una ligera reverencia, y del otro bolsillo sacó otras 12 uvas envueltas en un pañuelo azul.
– “Sabía que esta Noche te encontraría entre la multitud, llevo toda una vida esperando este momento…”
Las campanadas comenzaron a sonar y Lady comenzó a comerlas una a una sin dejar de mirarle, no podía evitarlo. Como no pudo evitar pasar el resto de su vida junto a su caballero de la Puerta del Sol. A pesar de que tenía decidido que no uniría a ningún hombre su destino, el amor, una vez más, triunfó sobre todo pronóstico. Y al año siguiente brindaron por un año más de felicidad, esta vez con copas y no con un Moet Chandon salido del elegante bolso de Lady.
– ¡HASTA EL AÑO QUE VIENE!
Os regalo una canción con la que podéis haceros una idea cómo fue la vida de Lady antes de conocer al caballero de la Puerta del Sol.
Era más la envidia que la admiración
más que respeto era temor
lo que despertaba en los demás
fue muy poca gente la que descubrió
qué albergaba en su interior
no le hizo hueco al amor
porque al demostrar que era capaz
de tratar al mundo de igual a igual
se quedó sola
sola al no querer subir al tren a su hora
sola ante el poder
sola al escribir su historia se quedó sola
sola al no querer ser una muñeca
en la sombra
solo una mujer que en la cumbre estaba
sola
sola al escribir su historia
no hace mucho tiempo la encontré
en un bar irradiaba felicidad
y entre bromas me empezó a contar
que tenía un crío de un año de edad
de su padre no quiso hablar
y no me atreví a preguntar
no me sorprendió
porque el amor no lo entendió
de igual a igual
hoy no está sola
hoy todo su ser ha llenado
de amor su obra
hora de querer
hora de escribir su historia
hoy no está sola
hoy todo su amor ha volcado
en una persona
hora de querer
hora de escribir su historia.