A petición de uno de mis suscriptores paso a imaginar cómo sería la historia de amor de GA, de un pueblito de Soria que esperaba con ilusión el sorteo del servicio militar. “Deseaba con toda mi alma que me tocara ir a hacer el servicio militar en la capital del reino, Madrid…

… Y así fue me vi en Madrid solo, pues no teníamos familia en la capital. Mi nueva familia eran los compañeros del cuartel, venidos de toda España, en mi destacamento y con los que más intimé había chicos de Cuenca, Sevilla, Asturias, Valencia y yo el único de Soria.
La cosa era bastante dura, las guardias, la instrucción, limpiar, madrugones… yo me presenté para cocina… ahí me veías limpiando peroles en los que cabía una persona, con fregona y cubo. Todo era inmenso, como la soledad que me invadía.
Por fin llegó el primer jueves de permiso y nos fuimos todos a tomar algo por los madriles. Lógicamente como no conocíamos nada cogimos el tren y luego el Metro hasta la Puerta del Sol, visitamos la Plaza Mayor y acabamos por las entonces tasquillas, que hoy son los Mesones, como el de la Guitarra, el de Luis Candelas, la Tortilla… y de pronto apareció ella.
Solo sé que era preciosa, llevaba un moño alto, de los que se llevaban por entonces, la falda muy corta, una blusa de lunares negros y los labios pintados de un carmín rojo que quitaba el sentió, como decía mi compañero de Sevilla. Fue en el mesón de la Guitarra, ella estaba con unas compañeras de la residencia donde estaba porque trabajaba en la Telefónica y resultó ser de Soria.
Comenzamos a hablar de lugares de nuestra amada Soria, y resulta que habíamos estado en los mismos lugares, teníamos muchos amigos en común, pero… jamás habíamos coincidido. El destino había decidido unir nuestro amor como emigrantes en la capital.
Comenzamos a salir, todos los jueves nos encontrábamos en el Mesón que nos unió y después paseábamos nuestro amor por el Madrid de los Austrias, los jardines de Sabatini, el parque del Oeste… Nos íbamos al zoo, al parque de atracciones. Daba igual, el caso era estar juntos y compartir esas tardes de permiso.
El servicio militar terminó y yo volví para Soria, todavía guardo la tarjeta que nos hicieron de recuerdo en el cuartel e incluso TODAS las cartas que nos estuvimos enviando durante el primer año, que después se fueron espaciando en el tiempo. Yo volví para Madrid, para montar un restaurante a los dos años, pero ya fue tarde. Otra persona entró en su vida y se casó con él. No he vuelta a verla, ni en Madrid, ni en Soria, no he hecho por buscarla porque sé que sería imposible contener las ganas de comérmela a besos, como hacía en esos jueves de permiso. Sin duda, fue mi primer amor”.