Se me presuponía un futuro espléndido, recién llegada de Rusia, con un novio estupendo que tardó poco en proponerme matrimonio durante un viaje a mi patria, aprovechando la ocasión para pedir la mano a mi padre, como mandan los cánones.
Nos conocimos en mi primera exposición de fotografía en España, con un premio internacional recién ganado, todo parecía sonreírme. Según llegó compró todas y cada una de mis fotografías, según él, para que nos recordaran siempre nuestro feliz encuentro. En la primera casa que compramos para fundar nuestro nidito de amor colgamos todas las fotografías para no perder la magia de nuestro encuentro.
Tras tres años de viajes, recepciones, exposiciones…. me quedé embarazada. No cabía dentro de mi, ahora si que todo era perfecto. Cuando recordaba mi infancia en Rusia y me veía a mi misma con mi primera cámara de fotos disparando sin parar en cada rincón de mi pueblo, nunca pensé que llegaría tan lejos, en el reconocimiento internacional a nivel profesional que había logrado. Mi niño terminó de dar la luz perfecta a mi vida, mi trabajo, mi matrimonio. Mi adorable bebé.
Mi estudio lo tenía instalado en casa porque de esa manera no me separaba ni un instante de mi niño. Un día que estaba en el cuarto de revelado, sonó el teléfono, al otro lado del hilo telefónico un hilo de voz me anunciaba la gran mentira en la que vivía. Ella reclamaba ocupar próximamente su espacio junto a mi marido. Solo recuerdo que las fotos que esperaban a ser reveladas al papel se quedaron allí en el cuarto. Que cogí a mi bebé y sus cositas, una bolsa con cuatro trapos para mi, y me fui.
Mi marido llevaba una doble vida, con esa mujer que me había llamado… Más tarde descubrí que no solo era una, eran dos las mujeres con las que compartía marido. No he nacido para formar parte de un harén y ni tan siquiera me planteé si ocupaba el lugar de la favorita, solo sé que mi vida ahora es mi hijo, y yo. Después de esta experiencia, no se si fue mi primer amor o qué… Solo puedo decir que jamás he vuelto a sentir tanto dolor, que cuando la mujer que estaba en el teléfono me hablaba de un hombre totalmente desconocido para mi. Es el padre de mi hijo y no le deseo ningún mal, pero sí te tengo que confesar, que esta circunstancia cambio la forma idílica y romántica que yo tenía concebido el amor.